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No lloren a las grandes bandoleras: la defensa del aborto legal, seguro y gratuito en Guanajuato

  • Foto del escritor: Andy
    Andy
  • 29 sept 2018
  • 5 Min. de lectura

Bailamos con los cantos contra el patriarcado y el machismo ―“en el bosque de la China, / un machito se perdió, / ojalá se pierdan todos / y el patriarcado opresor”―, gritamos hasta que las gargantas parecían no dar para más, pero nunca nos permitimos caer en el silencio.

Mientras cocinaba mi desayuno la mañana del 28 de septiembre, repentinamente sentí unas ganas tremendas de escuchar “Sobre una tumba una rumba”, interpretada por la maravillosa afrocubana María Teresa Vera[1]. No es raro que ponga música al preparar mi comida; sin embargo, me pareció un poco extraño que de repente me acordara de esa canción, pues no había pensado en ella por un buen tiempo y, además, el estilo no tiene nada qué ver con los cantantes que me han interesado en las últimas semanas.


Compuesta por Ignacio Piñeiro e interpretada por María Teresa Vera y Lorenzo Hierrezuelo, “Sobre una tumba una rumba” comienza con los siguientes versos:


Enterrador, te suplico

que por mi bien cantes mucho

al recibir los despojos

de la que fue mis amores.


Y en el lugar que reposa

en vez de lucidas flores

siembra una mata de abrojos

para no olvidar quién era.


Los versos son cantados por la voz del amante en el entierro de una mujer que, en lugar de flores, merece una mata de abrojos, una planta espinosa de climas tropicales, como apropiado homenaje a su existencia. El amante, en medio del despecho y el dolor, continuará de la siguiente manera:


Luego, en lugar de rezar

por su descanso un requiem,

ruega que vaya al infierno

y que el diablo le haga bien.


Y en el mármol de su tumba

de eterna recordación

pondremos esta inscripción

que es la copia de una rumba:


No la lloren, que no, no la lloren,

que fue la gran bandolera,

enterrador, no la lloren.


Al momento de escuchar estos versos comprendí el porqué algo me decía que escuchara la voz de María Teresa cantando el entierro. Comencé a pensar en las mujeres a las que acompañaría dentro de unas horas para marchar, gritar, cantar, narrar, bailar, protestar y luchar por el aborto legal, gratuito y seguro en Guanajuato, en México y en toda América Latina. Recordé que en la catedral, a unos metros del lugar en el que empezaríamos la concentración, desde hacía días había carteles incriminando a las mujeres que habían abortado, mensajes que en ese día esperaban a los feligreses que ahí se darían cita para rezar por el parto y defender el “derecho a la vida”. Como en la canción de Piñeira, pude imaginar a esas personas teñidas de azul orando, en lugar de un réquiem, para que nos fuéramos al infierno. Porque el deber de esos fieles creyentes es rogar porque se detengan las mujeres de los pañuelos verdes, esas brujas que confabulan aquelarres con el Diablo, ya no a medianoche, sino a plena luz del día y a unos metros de la iglesia, para chupar la sangre de los recién nacidos mientras duermen.




Después de que el 9 de agosto el senado en Argentina fallará en contra de legalizar el aborto en un histórico debate que cambió la identidad del país, el movimiento verde ha tomado nuevos bríos. Más que una derrota, la discusión generada en Argentina dio muestras de que la lucha por el aborto legal incide principalmente en una cuestión de tiempo, ya no hay dudas sobre si será posible convertirlo en un asunto de salud pública, la pregunta es cuándo se llegara a este logro.


En México, organizaciones feministas se hermanaron con sus compañeras argentinas desde el primer momento y este 28 de septiembre, Día Mundial por la Despenalización y Legalización del Aborto, diversas ciudades del país se manifestaron para protestar y exigir al Estado que asuma su responsabilidad en el asunto.

En Guanajuato, estado conocido a nivel nacional por su fama de “mocho” y “doble moral” (recordemos que fue la única entidad federativa en la que ganó el PAN, partido de derecha, durante las elecciones presidenciales celebradas hace unos meses), la invitación lanzada por la colectiva Rosas Rojas y el Comité en Defensa del Aborto Legal, Seguro y Gratuito en Todo México para salir a las calles contó con rechazo y agresiones en redes sociales por parte de varios guanajuatenses. No obstante, esta situación no impidió que las manifestantes, por encima del miedo y la angustia, llegaran puntuales a la cita y tomaran los callejones de la capital.

Puntuales a la invitación, a las 3:30, los asistentes a la marcha se encontraban preparados con carteles, cantos y consignas. Si bien es cierto que las mujeres eran la facción líder y más numerosa del evento, cabe mencionar también la participación de hombres aliados a la causa, así como la diversidad de los manifestantes: niños, jóvenes, personas de las tercera edad, estudiantes, profesionistas y hasta mascotas se reunieron en la Plaza de la Paz para compartir sus luchas y anhelos por una sociedad más justa con los derechos reproductivos de todos los cuerpos gestantes. En este sentido, resaltó también la amplitud ideológica de la marcha, pues las protestas se encaminaron incluso a la comunidad LGBT+, reivindicando el derecho al aborto para los hombres transexuales:




Después de repartir folletos, gritar e informar a los transeúntes sobre la información “incómoda” respecto al aborto ―mueren 47 mil mujeres al año en el mundo por abortos clandestinos según la ONU, 33 millones de usuarias de anticonceptivos padecen embarazo accidental cada año, no hay evidencia científica de que el aborto cause depresión, entre otras cuestiones―, la agrupación decidió avanzar hacia el Teatro Juárez y, en su recorrido, encontrarse con los pañuelos celestes. Las personas agrupadas frente a la catedral respondieron al encuentro con rezos, así como con algunos gestos y comentarios ofensivos. La marea verde no se intimidó y contestó cantando “si el papa fuera mujer, el aborto ya sería ley”, “Iglesia y Estado, asuntos separados”, “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”, “saquen sus doctrinas de nuestras vaginas”, entre otras consignas.


Tras el enfrentamiento, las mujeres llegaron al Teatro Juárez, donde se adueñaron de las escalinatas para visibilizar su lucha ante los turistas y la gente local. Bailamos con los cantos contra el patriarcado y el machismo ―“en el bosque de la China, / un machito se perdió, / ojalá se pierdan todos / y el patriarcado opresor”―, gritamos hasta que las gargantas parecían no dar para más, pero nunca nos permitimos caer en el silencio. Con un megáfono, varias mujeres dieron voz a las ausentes, a las ignoradas, relataron historias de mujeres obligadas a parir contra su voluntad, presas por abortar, jóvenes que, tras sufrir una violación y quedar embarazadas, tuvieron que padecer la discriminación y el maltrato de los médicos que atendieron sus abortos.


La lucha continúa. El 28 de septiembre mostró que el movimiento feminista en América Latina no va a detenerse hasta lograr la reivindicación de los derechos reproductivos de las mujeres. Las mujeres que caminaron y gritaron frente a los pañuelos celestes, como en la canción de María Teresa Vera, no necesitan que las lloren en su entierro, porque ellas son como los abrojos: si intentas caminar encima de ellas, te harás daño  y sabrán germinar por encima de las inclemencias del tiempo y del clima. A todos los que rezan y se compadecen de las grandes bandoleras por el “errado” camino que han elegido, por tomar, por coger, por gritar y por abortar, les repito:


No la lloren más,

ni la sientan más,

que fue la gran bandolera,

enterrador, no la lloren.


No se preocupen más, el Diablo nos hará bien.




Bibliografía

Calderon, J. (2018). “María Teresa Vera: un pedazo de alma cubana”, en Radio Cadena Habana. Emisora de la Música Cubana. Disponible en http://www.cadenahabana.icrt.cu/exclusiva/maria-teresa-vera-pedazo-alma-cubana-20180615/. Consultado en septiembre de 2018.

Diccionario de afrocubanas [s. f.], “María Teresa Vera”, disponible en http://directoriodeafrocubanas.com/2016/02/21/maria-teresa-vera/. Consultado en septiembre de 2018.

[1] De acuerdo con el Diccionario de afrocubanas, María Teresa Vera “fue una de las primeras voces femeninas que se impuso como intérprete de la trova”. Además de ser una prolífica compositora e intérprete, la carrera artística de María Teresa Vera constituyó una pieza clave para la música popular y folklórica de su época, pues, entre otros logros, fue fundadora y directora del mítico Sexteto Occidente.

 
 
 

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