Reflexiones sobre el lenguaje incluyente/inclusivo
- yadang4
- 18 jul 2018
- 5 Min. de lectura
El habla incluyente ha surgido como un ente de dos caras, por un lado, parece representar el detrimento de la lengua para las instituciones que luchan por la conservación de ésta, por otro, para quienes abogan por la equidad de género, representa un gran esfuerzo que se opone al machismo regularizado en la lengua. Este ente se constituye como un libertador o un bárbaro, pero ¿cuál es su verdadera cara?
Desde mi postura considero que es un libertador mal encausado, al que se le puede encaminar correctamente, y pretendo presentar una reflexión al respecto, aunque me amparo bajo las palabras de Virginia Woolf: “cuando un tema se presta a controversia –y cualquier cuestión de los sexos es de este tipo- uno no puede esperar a decir la verdad. Sólo puede llegar a explicar cómo llegó a tal o cual opinión” (p. 10)[1].

Para comenzar, es necesario aclarar que, al menos, desde una postura lingüística, decir “lenguaje incluyente/inclusivo” es un error, el lenguaje se define como la capacidad del ser humano de comunicarse, en tanto que la lengua es el sistema de sistemas, mediante el cual, el ser humano se comunica; con esta capacidad comunicativa y este sistema, el humano pasa al habla, que sería la ejecución de la lengua.
Decir “habla incluyente/inclusiva” resultaría más preciso, puesto que es una forma específica de comunicarse, una persona puede tomar, de todo el repertorio de elementos que conoce, aquellos que le permitan ser incluyente o no, aquellos que marquen equidad o misoginia y aquellos que crea pertinentes para comunicarse.
Habiendo hecho esta precisión ¿qué es lo que se plantea el habla incluyente y por qué tanto alboroto al respecto? Según un portal feminista español, Mujerpalabra.net:
La lucha por el lenguaje inclusivo es la lucha por usar un lenguaje más justo, menos violento, esto es, un lenguaje que no sea utilizado contra nadie como arma de exclusión y opresión en la sociedad. Intentar ser sensibles a usar un lenguaje menos machista y masculinista neutralizando los usos del masculino singular al sustituirlos por otras expresiones o por la inclusión también del femenino singular es un gesto democrático y civilizado, fundamental, como dejar de usar expresiones que podrían herir a grupos que tradicionalmente han sido maltratados, por ejemplo, gente con una sexualidad o con rasgos físicos distintos a los del grupo dominante[2]
El uso del habla incluyente, en este sentido, busca evidenciar la participación de aquellas personas cuya identidad de género sea la femenina, incluyendo dentro de sí aquellos grupos minoritarios que necesitan una representatividad ante lo hegemónico. Para lograr esto se han presentado dos estrategias: la primera, el uso marcado del femenino y del masculino gramatical en oraciones como “los niños y las niñas merecen una educación laica e íntegra”; la segunda, el uso de algún elemento morfológico que marque una verdadera neutralidad gramatical, como se marca en el uso de “todes/todxs/tod@s”.

La primera de estas estrategias ignora dos cosas importantes: la economía de la lengua y la historia del español. La economía es un principio básico que expresa que se necesita aportar la mayor cantidad de información con la menor cantidad de elementos[3], por lo cual decir “los niños y las niñas, empresarios y empresarias, hombres y mujeres” resulta redundante e innecesario, aunque la Nueva gramática de la lengua española (2010) no se oponga estrictamente a esta posibilidad, siempre y cuando su finalidad sea evitar la ambigüedad[4].
En cuanto a la historia de la lengua española, se sabe que el género masculino es el resultado de una evolución del género neutro en latín, el género masculino propio del latín se perdió con el paso del tiempo y el femenino siguió como el género marcado, del mismo modo existe un empleo genérico del masculino para determinar a el conjunto de ambos sexos. Del mismo modo la Nueva gramática hace una aclaración importante “el género de los sustantivos es una propiedad gramatical inherente, sin conexión con el sexo” (p. 24)[5] de tal manera que existan ambigüedades como “la mar” o “el mar”
La otra postura que busca un cambio morfológico mediante el uso de “todxs” o “todes”, a pesar de respetar la economía de la lengua, ignora por completo el sistema e intenta crear un cambio abrupto en la estructura de la lengua, que históricamente no ha considerado la vocal “e” como una marca de género, otros elementos como la “x” o el “@” resultarían impronunciables y se necesitaría, en todo caso, de una vocal de apoyo para articular estas palabras. Sin embargo, este elemento morfológico extra quizás no marque precisamente la participación activa de hombres y mujeres por igual sino, también, de quienes se encuentran en el área gris inconforme del género y quienes piden que se reconozca su identidad como partícipes de la ejecución de la lengua.

Esta necesidad de reconocimiento apunta a una necesaria reforma lingüística que reconozca su historia y encare el reto de integración de las nuevas identidades. En el primer caso, el conocimiento de su historia, se debe estudiar la gramática y sus recovecos para entender la naturaleza semántica de lo que se dice, entender que al decir “el ser humano” no estamos siendo machistas, estamos siendo económicos y que el tinte ideológico se planteará posteriormente. En el segundo caso, habría que plantearse que el cambio está ocurriendo violentamente y se necesita de una planificación lingüística para que la lengua sufra el menor daño posible, pero ¿este cambio sería aceptado por generaciones más conservadoras?
El problema se encuentra, a mi parecer, en el contexto: habría que deshacernos de esta idea de que el empleo genérico del español es esta casilla opresora, y que en todo caso existen soluciones económicas, entender nuestra lengua y ser cuidadosos con lo que se enuncia, entender que quizás si hay un hombre entre un grupo de mujeres decir “nosotras” no atentaría contra su masculinidad ni su identidad del mismo modo que decir “nosotros” tampoco lo hace.
Como estudiante puedo defender la postura de la academia ante la cual se busca detener la evolución desenfrenada de la lengua, aunque se tenga por seguro que el cambio es inevitable, y defender el conocimiento de la historia para deconstruir el mito del género y proponer soluciones; como hablante reconozco la necesidad de un cambio reflejo del reconocimiento de las minorías, a final de cuentas, la lengua la hacen los hablantes.
Notas finales y fuentes consultadas:
[1] Woolf, Virginia (2017). Una habitación propia. Ciudad de México: Austral
[2] Mujerpalabra.net. (2004). (Consultado el 16 de julio del 2018). Lenguaje inclusivo. Página crítica al lenguaje de la exclusión y la opresión. Recuperado de: http://www.mujerpalabra.net/pensamiento/lenguaje/lenguaje_inclusivo.htm
[3] Brown, Kieth y Jim Miller. (2013). The Cambridge dictionary of linguistics. Cambridge: Cambridge university press
[4] Al respecto, la Fundación del Español Urgente (Fondéu) tiene una entrada que expresa de forma concisa las propiedades gramaticales del género gramatical en español: https://www.fundeu.es/noticia/lenguaje-inclusivo-6151/
[5] Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Manual. México D.F.: ESPASA
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